miércoles, 16 de septiembre de 2009

Fiestas patrias

Ayer por la noche fuí al parque de la estancia, a media cuadra de mi casa, con el pretexto de celebrar la independencia de México.

La otra opción era ir a algún antro o algún evento organizado ex profeso, ambas alternativas siempre resultan demasiado caras y hay tanta gente que resulta incómodo, aparte del hecho que debe uno contar con reservación para entrar siquiera.

Debo de decir que es de admirarse que sigamos celebrando algo. Ayer que platicaba con mi suegro me decía que nunca había visto al país tan jodido y tan peligroso, y coincido plenamente con su opinión. La situación del país está de la chingada.

En las fiestas patrias siempre hay exceso de gente. Me parece que es de las celebraciones favoritas en el país y la mayoría de mis paisanos aprovecha para ponerse como huevo de perro ( hasta atrás….) ¿ Será para gritar viva México con más pasión ? o será que nos encanta el chupe y al día siguiente nadie mueve un dedo más que para curarse la cruda.


No quisiera caer en clichés y decir que cual independencia, que estamos más hambreados y desempleados que nunca, que estamos endeudados hasta el cuello, el petróleo se está acabando y que somos el patio trasero de los gringos, todo esto es cierto y todos lo sabemos de sobra. Igual ya lo dije.

En realidad este país es una mierda en muchos aspectos, pero una mierda chingona y entrañable he de decir. Yo amo este lugar y ayer era el día para celebrarlo y regocijarme internamente con el cúmulo de colores que se pueden ver en nuestras fiestas. El rojo, verde y blanco nacionalistas es lo de menos.

Lo primero que hicimos al llegar fue comprarnos un esquite con crema, queso, sal y limón para K y para mí y para I un pedazo de pastel de zanahoria que fungiría como nuestra cena. Los esquites eran exquisitos y el pastel no le duró a mi cachorro ni 10 minutos. Su carita quedó embarrada de pastel hasta la nariz.

Una vez terminado el antojo nos fuimos directamente a un juego llamado el gusanito. Nos tomó casi 15 minutos avanzar los 50 metros debido a la cantidad de gente que había en el parque. A mí tanta gente de verdad me apendeja y me pone bastante nervioso. Hicimos una fila de 10 minutos para comprar el boleto, que costó 25 pesos por cabeza, lo cual me puso a temblar. Una vez comprado el ticket tuvimos que esperar no menos de 5 rondas debido a la pésima organización de los pastranos que administraban el juego. Ya airado reclamé Oye cabrón llevo 5 vueltas esperando a que horas los vas a subir, y el tipo tiene a bien contestarme, no pues no es cosa de nosotros, y yo rojo como tomate y super encabronado le contesto, como que no es cosa tuya guey, que tal si haces una pinche fila y verás que bien funciona eh ? En otras circunstancias me hubiera partido la madre en 3 segundos. Disfruté su mirada de odio lo confieso pero la verdad estaba en la pura pendeja cotorreando.

Mis hijos gozaron muchísimo del mentado gusanito y me saludaban a cada vuelta con sus caritas iluminadas. Sólo por ver esas caras yo haría lo que fuera.

De ahí fuimos a ver una especie de tirolesa que emocionó grandemente a K. Tuve que negarle el permiso de subirse. Por mi mente pasó la imagen de un grupo de señores pedos, semicrudos, mugrosos y con un chingo de hueva montando el juego (habíamos ido días atrás al parque por la tarde) y la verdad me dio desconfianza. Me imaginé a mi hija preciosa cayendo de 3 metros al pavimento y luego a un pendejo diciéndome no pues no es cosa de nosotros….. K no podía creer mi negativa, pero tuve que ser un padre responsable.

Vamos al laberinto entonces pues, me dijo. Entró al remolque ambientado como tal y al salir tuvo que echarse por una resbaladilla extra empinada, en la cual tuve la precaución de detener su caída de manera que no se incrustara la jeta contra el puesto de al lado. Una vez más brincaba de felicidad mientras me relataba lo vivido.

Ahora a los carritos chocones. Una vez pagado el boleto de ambos hube de luchar contra un chingo de morros y sus padres para “ agandayar” según los términos del dueño del juego. Dos rondas de plano me la pelé y no pude subirlos, pero a la primera me abalanzé al chingado juego y triunfé orgulloso al apartar un carrito para mis chamacos. Puse mi cara de caníbal de la guerrero/te agarro a patadas si te acercas y ya no hubo ningún problema de “agandaye”.

Me queda claro que el orden no es un valor para nosotros y me pregunto que país seríamos si tuviéramos el mínimo sentido del mismo. Seguro no seríamos tan divertidos.

De salida intenté comprar un hotdog sin conseguirlo, ya que había fila y la gente formada me tocaba invadiendo mi espacio vital. Eso sí que no lo tolero. Que necesidad tengo que frotarme con desconocidos. Ninguna. Me fui a cenar all bran a mi casa felizmente.



Caminé la cuadra de regreso con mis chilpayates, todos felices y apropiadamente celebrados.

Ahí les dejo el grito que no dí ayer

Viva México.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Un domingo en el Museo Albarrán


Últimamente me he dado cuenta de la cantidad de comentarios inapropiados que hago.

No sé si es que los he estado haciendo más seguido, o apenas me estoy dando cuenta que los hago y los efectos que tienen en los demás. Comentarios que justo al terminar de hacerlos volteas y la persona de la que estas hablando, está justo a un lado escuchando la basura que dijiste, o en los que haces gala de un sarcasmo caústico sin saber que el objeto del mismo es justamente el interlocutor.

Siempre que sucede esto, se hace un silencio sepulcral en el que todos evalúan el daño irreparable que causaron las palabras y después se sigue adelante con la reputación ganada de ser un patán insensible. De nada sirve querer componer la situación, que siempre termina por agravarse más. Lo mejor es distraer la atención de la concurrencia hacia otro lado.

Este Domingo decidí llevar a mis hijos al Museo de Caza Albarrán, ubicado en Colinas de San Javier. Ahí fue donde tuve a bien insultar involuntariamente la memoria de Don Benito Albarrán, un ricachón de abolengo que, por lo visto, era un tipo que disfrutaba enormemente el andar por todo el mundo disparándole a cuanto animal exótico encontraba en su camino. Tanto que ahora tiene un museo de caza donde se exhiben muchos de los trofeos que se trajo a Guanatos. Incluso hasta pude ver un libro de cacería que publicó el broder.

Debo decir que el museo en cuestión está realmente bonito, muy bien montado y mis hijos y yo disfrutamos bastante la experiencia. Stands con luces de colores que recrean escenas en las que animales inocentes están a punto de ser devorados por depredadores, plantas, cuadros y exhibidores muy profesionales. Todo muy exótico y de poca madre he de confesar.

Hay insectos enormes y exóticos, animales disecados que van desde lobos, osos, Ñús, panteras, rinocerontes, leones, jirafas y otros muchos no tan populares. Según los múltiples guías que se encuentran a cada tramo lo único que no es real de los animales, es la lengua el paladar y los ojos, los cuales se echan a perder y luego huelen feo. Nunca lo hubiera notado si no me lo dicen.

No pude evitar la sensación de que el tema en sí de la cacería está jodido de raíz. Si bien está vez me abstuve de arruinarles el paseo a mis hijos con mis consideraciones ético morales. Un ricachón que no tiene nada que hacer, ni en que gastar su lana por lo visto, decide que su pasión es matar animales realmente chingones a balazos y luego traerlos a guanatos para presumirlos a sus otros amigos ricachones que quizá no tienen tantos huevos como él, o a los simples mortales que en la vida hemos ido a África o a la India.

Estoy seguro que muchos de esos animales asesinados están ahora en peligro de extinción. ¿ Porqué no le habrá dado al señor en cuestión la pasión por criar animales exóticos en lugar de acabar con ellos ? Francamente lo ignoro.

Ya casi de salida, me topé con una especie de mueble churrigueresco y de difícil comprensión que contenía unos cuernos descomunales de un animal no identificado por mí. Estaban sobre un bote y tenían la foto de un ruco con uniforme de safari.

No pude controlar el impulso de preguntarle al sujeto que estaba parado ahí de planta

¿ Y esto qué, es otro trofeo?

Son las cenizas de Don Benito y de su esposa, me dijo con voz engolada y melancólica, dedicándome una mirada acusadora que me hizo sentir como si estuviera en la mira del riflote del ruco cazador. Carajo como iba yo a saber, ya podrían ponerle un letrero para ponerse uno más solemne.

Órale está padre eh, le contesté yo sin comprarle el chantaje emocional, después de el consabido largo silencio.

Salí tan campante como siempre.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El peri

Hoy quiero hablar del tema de moda, la vialidad que supuestamente circunda esta honorable y leal ciudad. No comprendo como le llaman anillo a algo que ni siquiera está cerrado.

El relajo comenzó cuando alguien tuvo una idea genial para resolver los problemas del crucero del ITESO. Cerrarlo por completo. A esa persona estoy pensando en proponerla para la rotonda culera de Jalisquillos ilustres por inteligente. Si tiene uno algún problema no hay más que borrarlo de un manotazo y pretender que no existe. El resultado es garantizado.

Este hecho ha dado pie para que muchos de nosotros redoblemos nuestras quejas estériles contra el gobierno del Yunque y hagamos múltiples análisis sobre el tráfico y el estado de las calles. Neta no valemos madre, como sociedad civil no hacemos más que ser unos dejados agachados sin dignidad alguna.

Pinche periférico está horrible. Feo, sucio roto y descuidado. Lleno de camiones de carga enormes, trailers, motos, carros y bastantes ciclistas. Un lugar peligroso es lo que me parece. Cuando chocan los coches se hacen mierda y la gente se mata, y chocan mucho.

Cuando funciona bien se convierte en una vía rápida y eficiente, pero basta el más mínimo cambio en la rutina de todos y aquello se convierte en un camino del infierno.

Perros atropellados, basura, smog y puentes inacabados enmarcan la pobreza de las colonias por las que pasa. Sólo falta que alguien vendiera garnachas en los embotellamientos. La frase presidencial vivir mejor es de un cinismo que lastima.


Me parece que refleja bien el estado de la ciudad y la esencia de nosotros sus habitantes. A muy pocos les importa un carajo el bien común.


Un solo semáforo en 12 Kilómetros.

Y aún así las filas son interminables o vas tan lento que más valdría la pena ir caminando. Me pregunto para que tantos pasos elevados, deprimidos o como los quieran si de cualquier manera el tráfico es igual o peor. La cosa es que la gente estorba.









Las dos patrullas de adorno

Llevan desde que empezó el desmadre del ITESO estacionados sin moverse en todo el día en las salidas hacia López Mateos Norte y Sur. Es un misterio para la ciudadanía la función que tienen estos patrulleros, de camionetota y uniforme planchado, ya que nunca hacen el menor intento por aportar algo al entorno. Para adornos se me hacen bastante caros.

No es pista de carritos de juguete

Ahora les ha dado por hacer modificaciones a salidas y entradas, usando para ellos bloques de concreto o de plástico modulares lo cual les permite crear un estado de confusión inigualable, ya que depende de la hora en que pases o que tan crudo esté el támaro iletrado en turno puedes pasar o no, llegar a tu destino rápido o llegar tarde. Ya veo venir todos los accidentes derivados de la pendejez de quien esté detrás de todo esto.

Si ahorcas toda una zona para desbloquear un solo crucero como que no resulta una solución muy viable que digamos. Pero no importa aquí lo que vale es quién tiene el poder y la razón.

A mí la postura pasiva del otrora revolucionario ITESO, me deja un sabor amargo. Recomiendan la prudencia ante un hecho a todas luces arbitrario, estúpido y rayano en lo fascista. Intelectuales Light a fin de cuentas.

La idea para este texto salió por culpa del Vázquez, un camarada de mi jale.

El güey tiene toda una teoría bastante elaborada sobre el periférico y me recetó todo su trip con cifras y todo, varios puntos que voy a tratar de exponer aquí. El es el que debería ponerse a armar este texto.

A ver que opina Vázquez cuando cuelgue el post.

martes, 1 de septiembre de 2009

Metafísica de la torta ahogada

El otro día fui a las tortas “ El Moreno” y tuve una experiencia extática.

Me explico a continuación y, asumo el riesgo de sonar como un culturoso de los que he criticado aquí, por usar esta palabreja que describe con precisión quirúrgica lo que sentí el domingo pasado por la mañana.

éxtasis.
(Del lat. tardío ex[s]tăsis, y este del gr. ἔκστασις).
1. m. Estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría, etc.
2. m. Rel. Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.

Del punto número uno de la definición de éxtasis retomo la parte del sentimiento de admiración y alegría genuinas ante el gozo proporcionado por las confecciones del moreno. Si tengo alma y estaba embargada enteramente por alguna emoción francamente lo desconozco.

En cuanto al punto número dos, quitando otra vez la parte del alma y también la del dios, si puedo decir que por momentos mis sentidos quedaron suspendidos, y me quedé contemplando en un estado de satisfacción casi violento, que de sólo recordarlo me dan ganas de dejarlo todo para ir a Santa Tere de nuevo por una torta ahogada del Moreno.

Era un domingo un tanto aburrido como muchos otros. Cumplidos un par de rituales matutinos propios del fin de semana decidí llevarme a Iyi, a manera de excursión, a desayunar a un puesto y de ahí al parque. El aceptó gustoso y se subió a mi unidad con gesto cómplice. Tiene menos de 3 años y está en la etapa en que trata de imitarme en todo, cosa que me tiene contento y orgulloso.

Mi mujer confeccionaba un omelette con verduras que lucía exquisito y por demás saludable, al cual hube de renunciar en pos del aroma de la comida callejera que ya se había instalado en la parte reptiliana de mi cerebro primitivo. ¿ No vas a desayunar ? me dijo con voz meliflua. No, gracias, tengo pensado ir por una torta. Silencio prolongado. Fuga.

El moreno está ubicado en la esquina de la calle Garibaldi, muy cerca de Américas. La otra calle nunca logro recordar su nombre, y es un pinche puesto rascuache que cuando lo ves no das 3 pesos por él.



La cosa es no dejarse engañar por las apariencias, estacionarse y sentarse en uno de los bancos altos, parcialmente cubiertos por unas lonas macuarras para que no se achicharre la espalda.

Esta vez me toco en el último banco, frente a la vitrina que contiene carne de cerdo de todos tipos en grandes trozos. Eso no estuvo chido. Para los aventureros debo decir que tienen de buche, lengua y esas cosas que no he probado ni espero probar jamás.

En voz baja para no ser enjuiciado por la concurrencia, pregunté si tenían carne de pollo y ante la negativa me decidí sin dudarlo por una de carnitas. Ahora si viene lo bueno, pensé. Esta vez no miraría los gordos ni la carne imperfecta de marrano que pudiera tocarme.

Pedí una torta llamada especial, la cual lleva como acompañante totopos con frijoles y encima de todo una por de más generosa ración de carnitas. ¿ La quieres bañada ? cosa rara respondí que sí. Acierto o error, difícil saberlo, pero de lo que si estoy seguro es que repetiría la experiencia sin dudarlo. Mi gastritis llegó a un punto álgido antes del mediodía. Peor para ella.

Ya con la torta en mi poder, convenientemente rociada con jugo de varios limones y bastante sal acometí la empresa de engullirla a toda velocidad, disfrutando el equilibrio perfecto entre lo dulce de la salsa de jitomate, el picor tremendo de la otra salsa, la cebolla cruda y lo amargo del limón. Lo del éxtasis vino cuando iba llegando al final de la torta. Como llevaba mi inseparable taza portátil de café no pedí refresco, error garrafal, y ahí fue cuando sentí que el mundo se detuvo y me escuché a lo lejos diciendo picoso, picoso, no mames esto si está picoso, dándole sorbos a mi café caliente sin buenos resultados hasta que comprendí que era momento de fluir con la experiencia ontológica torta-puesto-mugre-espalda al sol. Hacía mucho que no la pasaba tan bien gastronómicamente hablando. Mis bigotes llenos de salsa estaban para atestiguarlo.

Siempre he pensado que el Moreno cuida la perfección de todos sus ingredientes. El birote siempre es fresco y crujiente, la salsa en su punto, la temperatura del platillo la correcta. Para mí el tipo es un artista culinario.

Tuve que obligarme a no pedir otra especial o una orden de tacos dorados. Iyi se había comportado a la altura del lugar y no había hecho mayores desmadres hasta el momento, por lo que decidí que era hora de irnos al parque.

Ya pagada la cuenta, me recargué en mi auto, me soné profusamente y prendí un cigarro para que amarrara aún más la gozadera. Debo reconocer que lo logré con creces y me fuí profundamente satisfecho.

Dudo mucho que todo esto hubiera sucedido si me hubiera quedado al omelette de verduras.