jueves, 8 de marzo de 2012

Crónica de la esperanza y el museo de cera.

Finalmente la vida me regala unos momentos de paz y concentración para manchar de tinta simbólica esta pantallita blanca, en horas pagadas por los gringos, para ser fiel a la filosofía de este blog tan suave y tan cuasi terapéutico para este valedor que hoy escribe.

Los que tienen la dicha enorme de conocerme saben que últimamente me ha pasado chingadera y media, y que la vida no siempre es fácil y todo ese discurso de psicología de plástico desechable tipo sanborn´s, y que seguimos adelante a pesar de las vicisitudes. Siempre adelante como cabras sin mecate, como una especie de ave fénix que renace de las cenizas después de quedar hecha cagada, y de manera necia vuelve a vivir, con la misma ilusión cada vez, entusiasta hasta el final,llena de esperanza.

La vida es cabrona y dura muy poco; Si se te olvida eso ya valiste madre ipso facto.

Antes de ponerme a filosofar estilo gaby vargas o a escribir para señoras como el tal dehesa ese, prefiero no ponerme ya tan sentimental porque me salen caros los klinex en el superama goei...... y relatarles una crónica tapatía de las de antes.....pero ahora con esperanza de que las cosas irán bien en el futuro.



El museo de cera de guanatos


Últimamente nos ha dado por visitar el museo de cera que está en el mero centro de este ilustre rancho azul en el que vivo.

El museo está chingón, bien puesto, todo con madre y hasta barato sale. La experiencia completa saldrá con todo y souvenir ( del que hablaremos más adelante)en más o menos 180 pesos por 3 pelados.

Naturalmente sigo yendo por que a mis hijos les encanta, y yo soy como una especie de títere gigante, complaciente siempre. Ellos me manipulan a su antojo y ¿Yo? encantado de la vida.

Antes de tener hijos el centro me parecía un lugar peligroso y maloliente y por su puesto jamás conocí el pinche museo. Por cierto que sigue siendo peligroso y maloliente igual que siempre.

Lamento interrumpir esta crónica, pero acaba de irse el guey que se cree mi jefe, y no lo es, a ponerme una fecha límite para un proyectil que traemos, pero que URGE y todo ese cotorreo el cual ya no le creo nada, y lleva queriendo ser mi jefe como 12 días.... pinche raza neta, ya mejor no digo cosas que me rompan el zen y sean poco compasivas.

Retomando el hilo, el museo de cera está en el mismo edificio del museo Ripley que la neta no tengo el gusto de conocer aún, pero en un descuidito estoy seguro que iremos y quizá nos dé " carnita" para un post decente.

El guey que vino a mandonearme hace 10 minutos gana 5 veces más que Yo, y lo sé de facto, me cago en la puta cadena alimenticia. Ahí va mi zen a la basura gracias por todo.

El souvenir que uno obtiene es una mano de cera que uno fabrica usando su propia extremidad para que después lo pinte la señorita de los colores y formas que a uno más le plazcan.Una verdadera delicia visual y táctil ya que la cera está caliente y quema bien ricolino.

En la sala de mi cueva, que es su cueva, están 3 manos de cera, la mía, la de k y la de p, y constituyen un adorno de lo más groovy.

B también ya quiere ir al centro maloliente para tener su propia mano de cera, ah como quiero a mi señora...

La vida es cabrona, pero también es chingona y uno decide que tipo de película se quiere recetar.

He dicho.

Yo opto por tratar de mantenerme positivo y por aprender a fluir con el momento presente y lo que la vida me presente, sin quejarme tanto ni tan duro. Bien new age el pedo y qué?.

Al cabo para eso está el museo de cera y los domingos bien temprano por la mañana para gozar de un paseo bien tapatío edá ey si si.

Creo que para haber estado tanto tiempo sin escribir no salió del todo mal.


Apoyen al autor y dénle su opinión que tiene un ego muy grande que alimentar. dejen un comment de menos no?

jueves, 29 de diciembre de 2011

dulce blasfemia

Debemos percatarnos de que fuimos lanzados a esta vida de aflicción sin nuestro consentimiento, y que desde el albor de nuestra conciencia hemos sido asaltados por los sofismas de quienes aprovechan nuestra condición; si queremos plantar ocasionalmente una rosa en el rocoso sendero de la vida, tendremos que sacrificarlo todo a las exigencias de nuestros sentidos. Tal es la lección de los filósofos de alcoba.

Marqués de Sade 1797

Eugenio llevaba tanto tiempo en abstinencia sexual que llegó un momento en que dejó de pensar claramente. Su mirada estaba nublada por la cantidad de semen que se acumulaba en su cuerpo sin una salida natural y digna.

Según alguna escuela de la antigüedad, ahora tan de moda, el semen al no derramarse se reintegra en alguna parte del cerebro dando a su poseedor cualidades magníficas y una fuerza y lucidez extraordinarias. En el caso de Eugenio solo lo enloquecía consumiéndolo poco a poco en un fuego lento y abrasador, avivado por la presencia de sus núbiles compañeras de trabajo en la maquila en la que ponía piezas pequeñas como un pinche robot.

Llevaba más de un año sin acercarse a ninguna mujer, poseído por el miedo irracional de enfermarse o embarazar a alguien indebidamente, incluso usando protección, hasta que un buen día reparó en la mirada coqueta y un tanto putona de la mujer que vivía a 4 puertas de distancia de su casa.
¿Y si me la cojo? Pensó, presa de una calentura formidable que hacía que sus caderas se movieran como si tuvieran vida propia, en la danza primitiva del instinto animal.

Se ve que si jalaría…..se dijo ilusionado ante la idea de finalmente fornicar con alguien fuera de sus fantasías puñeteras, sintiendo al mismo tiempo la punzada del miedo mezclada con la adrenalina que su cuerpo descargaba en sus venas, anticipando el posible coito en una sensación tan avasalladora como el llamado de la especie entera. No sería mentir el aseverar que tenía los huevos hinchados, tiesos y le dolieron de puras ganas de aparearse.

En realidad no fue nada difícil, ya que Eugenio era por demás bien parecido y Lucila, la vecina muy proclive al folleteo sin compromisos. Hicieron contacto ocular, un par de sonrisitas, luego un café y de ahí a la cama a practicar todo tipo de suertes sexuales que hicieron que Eugenio por fin se olvidara de sus miedos, en aras de poder fundirse con la corriente de la evolución que le ordenaba imperativamente que dejara su simiente sembrada en el útero de alguna hembra local de caderas anchas, buenas para procrear escuincles de pelos parados y muy ruidosos.


Ese miércoles en particular Eugenio estaba con Lucila bebiendo cervezas en la minúscula sala de su casa cuando ella comenzó a besarlo fogosamente en el cuello y las orejas, metiendo su mano hábil en su entrepierna mientras jadeante le decía:
-Ándale flaquito, métemela, anímate ¿no me la vas a meter? A lo que Eugenio respondió con unos ruidos guturales como de bonobo en celo mientras le quitaba la blusa y el brassiere liberando unos pechos morenos y un tanto aguados, en lo que dada la calentura del momento no reparó hasta el día siguiente, cuando reflexionando se dio cuenta que Lucila no le gustaba casi nada, y que su principal atractivo era que le ponía las nalgas enfrente a la menor provocación.

Jala más un par de tetas que un chingo de carretas, dice el dicho popular, y también jalan más que el miedo de tener un hijo o de contraer el SIDA o una gonorrea ardorosa y galopante.

No en vano había pasado muchas horas en terapia para poder darse cuenta que estaba repitiendo un patrón, en el que una mujer sin muchos atractivos físicos se le abalanzaba ávidamente en busca de sus favores sexuales.

Una fracción de segundo después, mientras Eugenio cavilaba en su estilo social cognitivo, se dió cuenta que ella le estaba practicando un felatio en toda forma, pantalones hasta el piso, relamiéndose las comisuras de los labios y masajeándole las turmas con pericia, mientras Él echaba su cabeza hacia atrás dispuesto a cualquier cosa con tal de obtener el alivio tan deseado al deseo acumulado en todos esos meses de vida cuasi monacal.

Despúes de unos minutos de intenso placer y maniobras orales impecables por parte de Lucila Eugenio sintiendo que no podía contenerse más blasfemó casi gritando:

-JESUS CHRIIIIIISSSSSSSST !!!!!!

Lucila se detuvo en seco y lo miró fijamente a los ojos entristecida y decepcionada respondiendo con un tono extremadamente solemne:
- Él no tiene nada que ver en esto, te agradecería que no mezclaras aquí ok?
El hecho de que era fuera cristiana y la manera en como se lo dijo, con la boca prácticamente llena de su virilidad provocó a Eugenio una risotada tal que resonó en toda la cuadra.

Ella se sintió un tanto confundida y vaciló unos segundos en su labor, a lo que Eugenio respondió tomándola con firmeza de la nuca y dirigiéndola hacia abajo.
Días después ella lo invitó insistente a que asistiera a las celebraciones dominicales de su iglesia a lo que él se negó terminantemente, pero continuaron intercambiando fluidos por las tardes despúes del trabajo.

El hipocondrìaco

Post mortem nihil, ipsaque mors nihil
("Después de la muerte, nada; y la misma muerte no es nada").

(Séneca)



Ese Jueves José se levantó de buenas, algo inusitado en él, que acostumbraba odiar a todos lo que le dirigían la palabra antes de las 9 de la mañana.

Salió de la cama con su dolor de cabeza permanente, el cual solo el ketorolaco sublingual lograba aminorar, y dispuesto a no aumentar su colección de diagnósticos de enfermedades crónicas

-¿Esta semana con que especialista vas a ir? Le preguntó su esposa con una dosis importante de sarcasmo y con ganas de molestarlo para ver si se producía alguna fricción domestica que le añadiera algo de pimienta al inicio de la mañana.
-Ah y te aviso que no tenemos ni un peso ya, hasta que nos paguen.

José sintió como le ardía el estómago y la clara sensación del reflujo subiendo por su garganta hasta que tuvo que regurgitar pedazos de cebolla sin digerir en el lavabo.

Tomó nota mental, por enésima vez, de la urgencia de consultar a un gastroenterólogo para tratar sus problemas de gastritis y colitis.

-Iré a que me revisen el chile, le dijo a su esposa con rudeza.

-Últimamente me arde y me parece que pudiera tener una infección en las vías urinarias. Es una pinche molestia y he decidió cuidar mi cuerpo antes que termine por caerse a pedazos, dijo en el tono dramático que acostumbraba usar para hablar de sus enfermedades reales e imaginarias.

José era consciente de su condición de hipocondriaco y llevaba un par de meses haciendo listas de doctores a los cuales consultaría para hacerse chequeos de salud completos, con la certeza de que cada día vivido lo acercaba a un futuro lleno de padecimientos de viejito y por supuesto lo llevaba un paso más cerca de la tumba.

Había pasado de solo atormentarse con las posibles enfermedades que podría tener, a tomar acciones concretas que le permitieran estar un poco menos preocupado.

Un alma atormentada es capaz de cualquier cosa para alcanzar algo de paz.

-Qué asco me dan los viejitos, pensaba para sí José, mientras se miraba en el espejo, palpando las enormes bolsas negras debajo de sus ojos, enmarcadas por unas patas de gallo soberbias alrededor de sus ojos pequeños.

Son unos seres apestosos y decadentes. Ojalá no tuviera que convertirme en uno jamás, rumiaba en el baño mientras ordeñaba excrecencias de su cuerpo maltratado. Dientes chuecos, jorobado, huesos pequeños, carnes fofas, músculos agarrotados y adoloridos.

-Que chingón sería si pudiéramos vivir como un cerebro en un frasco ¿no? , como una especie de torre de control y desde ahí relacionarnos con el mundo, sin necesidad de un estúpido vehículo terrestre. Una más de sus ideas recurrentes producidas por sus constantes malestares y fatigas.

Su esposa desde hacía años estaba acostumbrada a ignorar algunas de sus obsesiones más recurrentes como la vivir sin un cuerpo, parte reencarnable, como sustento.
Aunque dejó de practicar el pesimismo como deporte, por cuestiones de salud mental, no pudo evitar imaginar el tener cáncer de próstata, alguna enfermedad venérea o algo lo suficientemente grave para justificar su malestar continuo.

Finalmente llegó el jueves, y con él la cita tan esperada. Había conseguido el contacto de ese doctor por recomendación de un antiguo amigo que ahora por suerte ya no le hablaba, el cual daba fe de que el médico era confiable y como dato al margen era el papá de un antiguo compañero de la preparatoria.

La cita era a las 11:20 de la mañana y José llegó con su acostumbrada puntualidad inglesa, otra de sus obsesiones, ni un minuto más tarde y ni un minuto más temprano, es decir a tiempo, para encontrarse con una sala atestada de pacientes en espera de ser recibidos. Le pareció sórdido el lugar, lleno de enfermos con padecimientos desconocidos y sobres con radiografías, Aunque estaba amueblado y decorado con ese estilo frío, moderno e impersonal de los médicos exitosos.

Puta llegar a tiempo para que me pasen a ver a qué horas, Pinches matasanos mascullaba José mientras agotaba los recursos sin fin de su teléfono móvil para no aburrirse, y multiplicaba el número de personas en la concurrida sala por los 800 pesos que pensaba costaría cada consulta para determinar cuánto dinero se embolsaría probablemente el médico en un día como este.

De manera sorpresiva y ante miradas de reproche de los otros enfermos, una enfermera bonachona nombró a José por su nombre completo y lo hizo pasar por un largo pasillo en el que al final se encontraba el consultorio del urólogo especialista.
Se abre la puerta y aparece una persona joven en lugar del viejo carcamal que José esperaba encontrar. Rigoberto Nieblas, pensó José. Este guey se llama igual que su papá y consulta en el mismo lugar, que pinche conveniente y ¿ahora? ni para donde correr.

-¡José que gusto me da verte cabrón! Cuando vi los datos de la forma pensé que serías tú pero no estaba seguro

- ¿qué te has hecho?

Dijo el especialista mientras palmeaba la espalda jorobada de José en un abrazo de hombres bastante sincero.

-¿a quienes sigues viendo de la prepa?

Preguntas ambas de rigor que siempre dejaban a José mudo o tartamudeando respuestas entrecortadas.

Rigoberto, el antiguo compañero de José se llamaba igual que su padre y tenía su consulta en el mismo lugar. Vaya giro del destino, pinche vida de mierda pensó José mientras se sentaba listo para enfrentarse a una experiencia de por sí incómoda pero ahora mucho más complicada.

Por momentos Palideció ante la idea de ser atendido por su contemporáneo debido a la naturaleza de la consulta la cual involucraba seguramente la exposición y manipulación de sus partes nobles y la posible revisión old school de la próstata.

Rigoberto solía ser rockero y rebelde y ahora estaba enfundado en un traje bien cortado, con una corbata rosa y tenía un mini Split en su oficina así como un quirófano propio y un BMW estacionado en la banqueta.

Después de un diálogo apresurado y lleno de lugares comunes para romper la tensión de la situación, la consulta tomó su curso y se hicieron las preguntas de rigor en esos casos.

José se sintió extrañamente en confianza.

-¿Andas de cabrón?

No

-¿Te arde al orinar? José siempre odió la palabra orinar.

No, me arde todo el tiempo la corneta, pero cuando orino no.

Y así una lista de cuestionamientos vergonzosos y privados que podrían ayudar al elaborar un diagnóstico certero.

-Dame un segundo déjame preparar unas cosas y vengo por ti dijo Rigoberto en tono muy profesional y se fue dejando un rastro de perfume caro tras de sí.

José se quedó en el consultorio, consternado y mirando el mini split, preparándose ante la posibilidad de que su antiguo compañero de banca le hurgara el ano ( sin intenciones eróticas manifiestas) en busca de posibles complicaciones en la próstata. Incluso se mensajeó con su esposa riendo ante su propia homofobia y sintiéndose de lo más ridículo ante el rubor que coloreaba sus mejillas.

Ya estamos listos, dijo Rigoberto regresando al consultorio, acompáñame por este lado.

Entraron juntos en una pequeña salita con aparatos electrónicos sofisticados que hacían juego con el discurso apropiadamente científico con que Rigoberto nombraba no sin soltura, síntomas y posibles diagnósticos.

-Usaremos este aparato de ultrasonido para ver el estado de tu próstata, si quieres te meto el dedo pero ya no resulta necesario, explicó sarcástico y entre carcajadas de ambos. El tacto rectal es un exámen muy antiguo que se practicaba desde los egipcios y no resulta de mucha utilidad. Como tú quieras entonces dijo bromista Rigoberto.

José se sintió aliviado y se recostó de manera relajada para ver en la pantalla algunas de sus vísceras y comprobar con sorpresa que no había daños evidentes en riñones, próstata ni hígado.

Cómprate estas pastillas y ve al laboratorio a que te hagan un cultivo de orina, y después me llamas para que no tengas que perder toda la mañana en venir.

Al final Rigoberto le dio a José una especie de sermón en un tono neutral acerca de cómo cada quien decidía cómo comportarse en cuanto a la salud se refiere, pero que todo tenía consecuencias, lo cual lo dejó un tanto confundido, pero aliviado de no tener cáncer de próstata y pensando en que podría seguir con algunos excesos unos años más.

Caminó de vuelta por el pasillo largo hasta la sala que seguía lleno de las mismas personas esperando que lo miraron nuevamente con resentimiento. José pensó en pintarles un dedo pero lo pensó mejor y decidió sonreírle a la enfermera que tenía parches de caricatura en el uniforme.

José se alegró de no haber aumentado su colección de enfermedades crónicas.

campamentos entrañables

Y el esfínter de ese inmenso culo reciba toda la mierda… ríos de mierda…..

-Bersuit Vergarabat.-




-¿ Te surraste verdad cabrón ?

Preguntó Rodrigo entre consternado y sorprendido.

José rodaba literalmente de la risa entre la tierra y el colchón inflable donde había dormido a la intemperie, con todas sus cosas revueltas y muchas de ellas en un estado lamentable de suciedad.

-¿Cómo te diste cuenta ? lágrimas corrían por sus mejillas.

-Pos guey…. La neta sí,


La mejor parte de surrarse es cuando los demás se dan cuenta de todo. Es ahí donde se da el encanto de transgredir una norma fundamental no escrita. Es una emoción compleja que sacude existencialmente. Un dejarse ir por completo, sin control alguno. Un poco como emborracharse hasta perder los zapatos, la cartera y una porción grande de la dignidad.


José compadecía internamente a todos aquellos que nunca habían perdido el control de sus esfínteres, considerando la experiencia de mearse o cagarse encima como algo que definitivamente hay que vivir alguna vez para ser un ser humano completo que valga la pena.

En la noche del primer día que pasaron acampando en el cerro, como era la costumbre de José, comieron sin parar todo tipo de comida, rodeados de la naturaleza, riendo, fumando y bebiendo mientras las horas pasaban alegremente, hasta que llegada la hora de dormir ocurrió lo siguiente:

José recurrió a los ansiolíticos prescritos por su doctor para poder relajarse y dormir de corrido, sintiendo de momento un fuerte retortijón que le hizo pensar en la conveniencia de ir a evacuar al cerro agarrado de un árbol, idea que desechó de inmediato ya que estaba acomodado dentro de su bolsa de dormir y con los efectos de la pastilla invadiendo su cuerpo agradablemente.


-Seguro no es nada, ahorita se me pasa ya mañana de día voy porque ahorita que hueva, reflexionó sabiamente y mientras lo pensaba supo de manera intuitiva que algo grave ocurriría, sin saber muy bien que.


Como era de esperarse, José despertó en la madrugada con unas ganas de cagar incontrolables. La vida y la muerte se abrían paso por sus intestinos buscando la luz, buscando la tierra y el mar. Así como la vida y la muerte no esperan así la mierda de José pugnaba por salirse del conducto en el que estaba contenida.

Salió trastabillando y completamente desorientado de su bolsa de dormir, buscando el camino más corto para salir corriendo hacia el cerro, y poniéndose las botas como pudo, ante la mirada de los otros campistas. Se detuvo casi despierto y resignado ante la potencia del llamado de la naturaleza y cruzó sus piernas en un ingenuo intento por cerrar el paso a los río de mierda que pugnaban inclementes.


En cuestión de segundos sintió como corría sin control un río de mierda líquida, caliente y sumamente apestosa por sus piernas, llenando toda su ropa de aquella sopa primigenia y magnífica. Caminó como pudo sin llamar la atención de los otros hasta donde debió hacer defecado civilizadamente y se despojó de los pantalones , calcetines y botas. Se tomó con fuerza del pino más cercano y arrojó sin falsos pudores otra ración abundante diarreica y maloliente.

Un momento existencial se había gestado. No pudo menos que sentirse desesperado, a medio cerro, lleno de mierda, sin ropa limpia por supuesto y sin instalaciones de ningún tipo para asearse. Su mente vagabundeaba en busca de posibles soluciones hasta que decidió manejar el reto más importante. Llegar hasta su bolsa de dormir sin que nadie se diera cuenta de lo ocurrido, para lo cual se despojó de su chaleco de pescador para usarlo como pantalón y así salvar el primer escollo.


Ante la mirada circunspecta e inquisidora de Rodrigo se cobijó en su lecho sintiéndose ligero y purificado, como en muchos años no se había sentido.

El problema de cómo funcionar el día siguiente encuerado de la cintura para abajo era algo que resolvería en su momento. Durmió de corrido hasta que amaneció y luego otro tirón hasta casi las once.

Estuvo aprisionado entre las cobijas hasta que una idea iluminó su mente, se levantaría sigilosamente y se envolvería en una manta a manera de falda, mientras lavaba en el arroyo cercano unos shorts que también había surrado. Seguía en un estado de calma inusitado, libre de todas aquellas toxinas que su cuerpo había desechado sin miramientos.


Preparó el desayuno para todos los campistas en su falda hecha con una cobija roja hasta que se armó de valor para ir al arroyo y lavar los shorts, y nadie se atrevió a cuestionarlo en su excentricidad.


Acomodó en un rincón la ropa en estado inservible con la esperanza de olvidarla en el cerro, lo cual por supuesto ocurrió.


Rodrigo… Dejé mis pantalones surrados allá…… dijo José por el mensajero instantáneo

-Si me di cuenta, le dije al capataz que los tirara.


-Dile que los queme mejor.

3 relatos màs de esta nueva etapa

iniciando una nueva etapa de este blog , ejercicio literario.

Llegò un momento en que pretendì abrir otro blog para marcar la diferencia entre las crònicas tapatìas y estos nuevos relatos en los que pretendo incursionar.

ràpidamente descubrì que era mejor aprovechar la estructura y los seguidores de las crònicas tapatìas y ahora les dejo estos 3 relatos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

nos mudamos a otro proyecto

a quien pudiera interesarle

http://chegalum.blogspot.com/

es un nuevo ejercicio de creación de relatos

saludos

diego

lunes, 14 de febrero de 2011

Una tarde de mariscos y discriminación

Proemio del re regreso

Vuelvo finalmente a visitar estas crónicas tapatías, que tanto placer me han causado y que también me han consumido una cierta dosis de tiempo mental, ya que el no haber sido capaz de estar actualizándolas me provoca cierta culpa y decepción.

Pero bueno ya había regresado y me volví a ir, y he re regresado para reafirmarme como un ente urbano tapatío que sufre y goza el vivir por esto rumbos
Después de varios meses de no publicar nada en estas crónicas de Guanatos, convencido de que esta ciudad mugrosa y desorganizada tiene sus encantos y puede darme materiales de sobra para hacer algunas crónicas que valgan la pena leerse y sobre todo comentarse.

Vuelvo a la postura del observador, con muchas ganas de retratar la ciudad, pero sobre todo de reírme de ella y de los que vivimos aquí, y una vez que haya reído lo suficiente consignarlo aquí a modo de relato.
Una de las cosas que me dan más placer de tener este espacio narrativo virtual es cuando alguna persona me hace algún comentario o crítica sobre algo que leyó en mis crónicas. Suena patético y lo digo por supuesto desde el ego. Igual me vale madre, me gusta que me lean.

Incluso se ha dado el caso de que el amigo del conocido visitó tal o cual lugar por haberlo conocido a través de mis crónicas superfluas.
La verdad ya no me comprometo a nada, no pienso volver a decir que publicaré un post por semana o con ninguna periodicidad. A la chingada con comprometerse. Tengo demasiados compromisos y responsabilidades en mi vida no virtual, que comprometerme a algo en este espacio me parece exagerado y absurdo, y es como firmarle una sentencia de muerte anticipada. Así es, eso y el querer hacer siempre un relato bueno o gracioso estuvo a punto de alejarme para siempre de estas crónicas liberadoras. No más textos con intenciones predeterminadas, viva la espontaneidad, el fluir y por supuesto el New Age.

Voy a publicar cuando me dé mi chingada gana, pero eso si ateniéndome al formato original que siempre ha regido estos relatos. (Ver post # 1 si a alguien pudiera interesarle profundizar, espero que no)
Basta de tanta cháchara digamos que volví y ya, para que tanta alharaca.

Ahora si el texto y la carnita del post

Ayer mientras comíamos unos mariscos no del todo malos en una sucursal del carnal que está por mi casa, en la colonia Chapalita justo frente al restaurant unos policías tuvieron a bien detener a un tipo que les pareció sospechoso en plena banqueta a escasos metros de nosotros, violando todas las garantías individuales de las que pude acordarme.

A continuación trataré de reproducir el diálogo que tuvimos mi esposa, mis hijos de 4 y 8 años y Yo, entre el aguachile, el ceviche de camarón y las tostadas de marlín
Primero que nada tuvimos que hacer un esfuerzo considerable, Yo el primero, para quitar la vista del drama humano que se desarrollaba en la banqueta sobre la avenida Niño Obrero. He de decir que con magros resultados, ya que incluso los honorables policías tuvieron que moverse unos metros para poder atracar con toda calma y sin mirones al ciudadano de a pie.

Todo es culpa de la pinche tele. Todo queremos ver como si estuviera en la estúpida pantalla.

¿Por qué lo detuvieron papá? preguntó con inocencia angelical mi hijo de cuatro años, a lo cual respondí con vehemencia: por feo y por pobre hijo, Según la ley esos policías no pueden detener a nadie por su aspecto, está en la constitución y mucho menos pueden revisar tu persona sin una orden.

Esto provoco la sorna inmediata por parte de mi esposa, quien comentó con toda razón que en este país de forajidos las leyes a nadie le importan un pepino partido a la mitad. No dijo forajidos ni pepino, pero da igual, el mensaje es el mismo.
K mi hija de 8 años al ver claramente demostrada la injusticia que se estaba cometiendo en nuestras narices, pero sin dejar de engullir tostadas de ceviche de camarón me conminó con firmeza:

¿ y si esto no es justo porque no vas y les dices algo ?


Bajo la mesa del equipal debo confesar que me temblaron las patitas mientras argumentaba desde mi cobardía de buen tapatío, indiferente y pusilánime, que si yo me atreviera a hacer tal cosa ellos me atacarían a mí y tratarían de llevarme a la oscuridad del sistema judicial donde nunca nadie podría rescatarme. No dije sistema judicial pero si me temblaron las patitas y tuve que hacer a un lado la chabela de agua de horchata para secarme una gota traicionera de frío sudor.

El drama banquetero seguía su curso acostumbrado, en el que actos más actos menos, los distintos actores sociales todos con el mismo tono oscuro de piel abusan y son abusados entre sí. En esta ocasión los ladrones con licencia y placa dejaron esposado al interrogado a la defensa de la camionetota negra que nuestros impuestos patrocinan (Una breve digresión ¿para qué chingados quieren pick ups en la ciudad? ¿Cómo que gastan un chingo de gasolina no será?)

Cuando nos fuimos seguían deliberando, y el otro esposado. De lo cual yo concluí en voz alta que seguro si traía algo del peatón, aparte de ser jodido, parecer cholo y no tener auto.

Mientras arrancaba, los policías nos miraron fijamente y yo traté con toda intención de que percibieran lo reprobable que me parecía su actitud, la cual mi esposa etiquetó apropiadamente de prepotente.

Ojalá hubiera sido menos tapatío y hubiera seguido las instrucciones de K. Seguramente estaría escribiendo esto desde la curva, pero hubiera dado a mis hijos un lección verdadera de civismo, no como la que recibieron de discriminación a la mexicana.