lunes, 14 de febrero de 2011

Una tarde de mariscos y discriminación

Proemio del re regreso

Vuelvo finalmente a visitar estas crónicas tapatías, que tanto placer me han causado y que también me han consumido una cierta dosis de tiempo mental, ya que el no haber sido capaz de estar actualizándolas me provoca cierta culpa y decepción.

Pero bueno ya había regresado y me volví a ir, y he re regresado para reafirmarme como un ente urbano tapatío que sufre y goza el vivir por esto rumbos
Después de varios meses de no publicar nada en estas crónicas de Guanatos, convencido de que esta ciudad mugrosa y desorganizada tiene sus encantos y puede darme materiales de sobra para hacer algunas crónicas que valgan la pena leerse y sobre todo comentarse.

Vuelvo a la postura del observador, con muchas ganas de retratar la ciudad, pero sobre todo de reírme de ella y de los que vivimos aquí, y una vez que haya reído lo suficiente consignarlo aquí a modo de relato.
Una de las cosas que me dan más placer de tener este espacio narrativo virtual es cuando alguna persona me hace algún comentario o crítica sobre algo que leyó en mis crónicas. Suena patético y lo digo por supuesto desde el ego. Igual me vale madre, me gusta que me lean.

Incluso se ha dado el caso de que el amigo del conocido visitó tal o cual lugar por haberlo conocido a través de mis crónicas superfluas.
La verdad ya no me comprometo a nada, no pienso volver a decir que publicaré un post por semana o con ninguna periodicidad. A la chingada con comprometerse. Tengo demasiados compromisos y responsabilidades en mi vida no virtual, que comprometerme a algo en este espacio me parece exagerado y absurdo, y es como firmarle una sentencia de muerte anticipada. Así es, eso y el querer hacer siempre un relato bueno o gracioso estuvo a punto de alejarme para siempre de estas crónicas liberadoras. No más textos con intenciones predeterminadas, viva la espontaneidad, el fluir y por supuesto el New Age.

Voy a publicar cuando me dé mi chingada gana, pero eso si ateniéndome al formato original que siempre ha regido estos relatos. (Ver post # 1 si a alguien pudiera interesarle profundizar, espero que no)
Basta de tanta cháchara digamos que volví y ya, para que tanta alharaca.

Ahora si el texto y la carnita del post

Ayer mientras comíamos unos mariscos no del todo malos en una sucursal del carnal que está por mi casa, en la colonia Chapalita justo frente al restaurant unos policías tuvieron a bien detener a un tipo que les pareció sospechoso en plena banqueta a escasos metros de nosotros, violando todas las garantías individuales de las que pude acordarme.

A continuación trataré de reproducir el diálogo que tuvimos mi esposa, mis hijos de 4 y 8 años y Yo, entre el aguachile, el ceviche de camarón y las tostadas de marlín
Primero que nada tuvimos que hacer un esfuerzo considerable, Yo el primero, para quitar la vista del drama humano que se desarrollaba en la banqueta sobre la avenida Niño Obrero. He de decir que con magros resultados, ya que incluso los honorables policías tuvieron que moverse unos metros para poder atracar con toda calma y sin mirones al ciudadano de a pie.

Todo es culpa de la pinche tele. Todo queremos ver como si estuviera en la estúpida pantalla.

¿Por qué lo detuvieron papá? preguntó con inocencia angelical mi hijo de cuatro años, a lo cual respondí con vehemencia: por feo y por pobre hijo, Según la ley esos policías no pueden detener a nadie por su aspecto, está en la constitución y mucho menos pueden revisar tu persona sin una orden.

Esto provoco la sorna inmediata por parte de mi esposa, quien comentó con toda razón que en este país de forajidos las leyes a nadie le importan un pepino partido a la mitad. No dijo forajidos ni pepino, pero da igual, el mensaje es el mismo.
K mi hija de 8 años al ver claramente demostrada la injusticia que se estaba cometiendo en nuestras narices, pero sin dejar de engullir tostadas de ceviche de camarón me conminó con firmeza:

¿ y si esto no es justo porque no vas y les dices algo ?


Bajo la mesa del equipal debo confesar que me temblaron las patitas mientras argumentaba desde mi cobardía de buen tapatío, indiferente y pusilánime, que si yo me atreviera a hacer tal cosa ellos me atacarían a mí y tratarían de llevarme a la oscuridad del sistema judicial donde nunca nadie podría rescatarme. No dije sistema judicial pero si me temblaron las patitas y tuve que hacer a un lado la chabela de agua de horchata para secarme una gota traicionera de frío sudor.

El drama banquetero seguía su curso acostumbrado, en el que actos más actos menos, los distintos actores sociales todos con el mismo tono oscuro de piel abusan y son abusados entre sí. En esta ocasión los ladrones con licencia y placa dejaron esposado al interrogado a la defensa de la camionetota negra que nuestros impuestos patrocinan (Una breve digresión ¿para qué chingados quieren pick ups en la ciudad? ¿Cómo que gastan un chingo de gasolina no será?)

Cuando nos fuimos seguían deliberando, y el otro esposado. De lo cual yo concluí en voz alta que seguro si traía algo del peatón, aparte de ser jodido, parecer cholo y no tener auto.

Mientras arrancaba, los policías nos miraron fijamente y yo traté con toda intención de que percibieran lo reprobable que me parecía su actitud, la cual mi esposa etiquetó apropiadamente de prepotente.

Ojalá hubiera sido menos tapatío y hubiera seguido las instrucciones de K. Seguramente estaría escribiendo esto desde la curva, pero hubiera dado a mis hijos un lección verdadera de civismo, no como la que recibieron de discriminación a la mexicana.