lunes, 10 de agosto de 2009

De músicos y saltimbanquis, un paseo dominical

Me gasté como 32 pesos, llevé a mis dos hijos y me pasé una tarde exquisita y diferente.

La glorieta Chapalita es un lugar siempre bonito y bien cuidado, que representa bien el espíritu de la Colonia donde me criarion mis padres. Amplia y arbolada, adoquines azules o morados y un kiosco como los de antes para que toque la filarmónica.

Encontramos un lugar para el auto en el Soriana que está aledaño a la glorieta. Los lugares de estacionamiento no abundan, aunque tampoco hay que dar muchas vueltas con algo de maña. Guanatos empieza a ser una ciudad con problemas de estacionamiento, que irán agravándose con el tiempo hasta que tengamos que estacionar los chingados carros unos encima de otros, o tirarlos a la basura de plano.

De la mano de mis dos niños y echándole el cuerpo a los automovilistas para que bajaran la velocidad entramos de lleno en el bullicio dominical que imperaba en el ambiente.

Caminamos entre obras de arte de todos tipos, algunas horribles y otras realmente buenas, hasta llegar al pequeño anfiteatro al aire libre, cerca de un esperpento dorado que parece ser una estatua de Sor Juana y nos sentamos en la primera fila.

Tocaba en ese momento Naranjito Blues Band. Un grupo de escuincles que hacen un blues callejero de primera, como si fueran náufragos apaleados o vagabundos ancianos que viajan desde hace años en trenes de mercancías. Para ser tan jóvenes, yo diría que no pasan de los 20 ninguno de ellos, tienen un sonido potente y honesto que me encanta y una actitud desenfadada en el escenario. Sin duda los considero el grupo de blues que más me gusta de la ciudad. Mis hijos estaban encantados con su música.

Solo vimos 3 canciones, era el final de su número cuando llegamos, pero al terminar anunciaron que vendría un grupo de malabaristas, por lo cual aprovechamos para ir a ver al grupo de percusiones africanas que estaba tocando del otro lado de la glorieta.

Eran un ensamble con 3 Djembes y 2 Dun duns y tenían una marimba rudimentaria. Siempre disfruto los tambores pero esta ocasión no me pareció que sonaran particularmente bien. Después de 3 piezas aprovechamos para cruzar a la reina de diario (dairy queen) por un Blizzard de oreo para K y un cono con cubierta de chocolate para el pillo. Para mí puro chorizo ya que mi diabetes no me permite ese tipo de lujos azucarados. Generalmente me compro un elote con queso y crema para no sentirme menos, pero esta vez acababa de darle mate a una arrachera de 300 grs así que me abstuve de antojitos, que por cierto pululan por doquier.

De regreso el pequeño anfiteatro estaba ya hasta su madre, esperando a los saltimbanquis, que se hicieron esperar unos 15 minutos, pero compensaron con creces la impaciencia de mis hijos.

Trucos múltiples con fuego, con estacas y con boleadoras, malabarismos con 3, 4 y 5 bolos, humor tipo clown con sombreros y hasta un show de un barman que arrojaba botellas como yo en mis tiempos de la prepa, pero con mucha más gracia y puntería.

Mis hijos estaba alucinados con el espectáculo nunca antes visto. Yo estaba feliz de que hubiera un grupo de chavales tan clavados con el arte callejero que tuvieran un número tan completo y profesional.

Primero el blues, luego la música africana y para cerrar los cirqueros. La verdad nos salimos de la rutina, casi no me sentí en la guanatos retrógrada y conservadora de siempre, y nos divertimos de una manera sana, fresca e inocente.

Ya al final al pillo, con la ropa y la cara llena de nieve, le entró el trip de la pulcritud provocado por el cansancio y tuvimos que lavarnos las manos en una de las fuentes con agua puerca. El se sintió mucho mejor.

Nuevamente forzamos a los coches a bajar la velocidad, de otra manera es imposible cruzar la calle, para poder llegar a nuestro auto y enfilarnos a la casa.

Tengo que decir que aparte de los 32 pesos de las nieves, K, con actitud orgullosa y altiva les echó diez varos en el sombrero a cada uno de los colectivos que tuvieron a bien entretenernos esa tarde.

Huelga decir que repetiremos el Domingo que viene y el próximo.

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