martes, 16 de junio de 2009

Guanatos y la lluvia.

Los tapatíos tenemos una relación extraña con el temporal de lluvias. Una relación amor-odio.

En Guadalajara hace un calor relativamente fuerte en el verano, este año la máxima fue de 34 grados, y las lluvias siempre vienen a aliviarnos bajando la temperatura drásticamente. Definitivamente son una bendición, ya que el tapatío durante todo Mayo no habla de otra cosa y lloriquea sin parar acerca del calor que tiene. Les recomiendo vayan a Hermosillo o Mexicali y hablamos.

Por un lado a todos nos enorgullecen las tormentas de verano y pensamos que en ningún lado llueve tan bonito como aquí, lo cual yo también creo que es cierto. La temporada de lluvias suele ser espectacular. Rayos y truenos. La ciudad se limpia y entra en un estado de caos francamente romántico, se antoja quedarse en casa a leer y tomar chocolate caliente, o salir a mojarse a la banqueta o en las calles-ríos.

Un olor a tierra mojada persiste y nos recuerda que sí hubo tiempos mejores y la ciudad no siempre estuvo organizada por pendejos y con las patas, a lo mejor es sólo que no había crecido tanto.

Pero por otro lado jamás hemos tenido como metrópoli el nivel de conciencia necesario para adaptarnos a algo que sucede todos los pinches años y todos lo años tiene más o menos las mismas consecuencias. Un chingo de broncas.

En Guanatos en cuanto caen las primeras gotas de lluvia y el pavimento está apenas húmedo todo el mundo empieza a chocar. Es como si el agua nos apagara la parte de cerebro encargada de manejar. Automáticamente empiezas a ver frenones y madrazos de lo más pendejos. Está bien que la calle se ponga resbalosa pero definitivamente la cantidad de carambolas es exagerada.

Se vuelve esto un reverendo desmadre.

Se caen árboles, la ciudad se inunda de manera peligrosa siempre en los mismo lugares y nunca se toma medida alguna para prevenirlo. Lugares legendarios como plaza del sol o el fallido túnel de las rosas se convierten en espectáculos dignos de verse. Corre el agua en proporciones bíblicas y pues como no, si la ciudad se fue construyendo en los lugares donde de manera natural el agua corría o se almacenaba, otro buen ejemplo es Plaza pabellón, construida en un sitio donde el agua se absorbía. Y mágicamente se inunda todos los años. ¿ Raro eh?

Un comportamiento idiota es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos. Aquí los tapatíos cada año nos sorprendemos de los resultados del temporal.


A la mayoría de la gente no le gusta mojarse y aprovechan la ocasión para usar los paraguas empolvados que guardan en sus clósets, y cuando llueve siempre están jodiendo con lo molesta que resulta la temporada, pero, también se quejan de los priístas, panistas, del tráfico y de la inseguridad.

Los que pueden no salen y como generalmente la mayoría de las personas no logramos adivinar la hora de la tarde en que lloverá, con frecuencia vamos a eventos empapados hasta los huesos.

Yo amo esta ciudad cuando llueve fuerte. La atmósfera es mucho más relajada, la gente cambia sus planes. Creo que los tapatíos somos felices cuando llueve y sentimos la ciudad más nuestra.

Dice el periódico que la temporada comenzó ya esta semana. Espero gozarla como se debe y dejar que mis hijos se mojen cuanto quieran.

1 comentario:

  1. Hola…
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